En contra de la antología indiscriminada


pila de libros
En un mundo donde cada vez se publica más y peor, parece que las antologías ganan cuota de mercado. Pero muchas veces, las antologías literarias constituyen una profanación de la obra original de la que rara vez somos conscientes.

De Edgar Allan Poe a Mercè Rodoreda
Guy de Maupassant, Isaac Bashevis Singer, Dorothy Parker, Rudyard Kipling, John Cheever, Julio Cortázar, Ernest Hemingway, Gianni Rodari, Flannery O’Connor, Mark Twain, Antón Chéjov, Virgilio Piñera… la lista es interminable. 

Cientos de antologías de estos y otros grandes cuentistas pueblan los anaqueles de cualquier librería actualmente. Y es que, dejando de lado las antologías poéticas, el género literario que más se presta a la antología es, sin duda, el cuento. Su extensión limitada y su creciente popularidad, convierten al cuento en el candidato perfecto para mutilar, seleccionar y antologar. 

Una profanación de la obra original

La obra de estos escritores se mutila y se empaqueta en tomos a los que se da nombres como: «Los mejores relatos», o «Textos selectos», o incluso «Cuentos completos», a pesar de que muchas veces no son ni los mejores, ni los más selectos, o ni siquiera están completos.
En el caso de que el autor esté ya desaparecido, se añade el agravante de que éste no tiene ningún control sobre la selección final de las piezas. De este modo, las prólogos de muchas de estas obras se esfuerzan por defender los principios utilizados para sintetizar la quintaesencia de la creación literaria del autor en cuestión, arguyendo criterios de calidad o representatividad (de estilos, de épocas)…. A veces se roza el ridículo, argumentando que ésas son las piezas que hubiera elegido el autor en cuestión, de haber podido hacerlo. 

Los inconvenientes de las antologías
El primer problema tiene que ver con la disolución de la obra original. Cuando un autor elabora una colección de relatos, lo hace bajo un determinado contexto, con un título y una coherencia interna concretos, y con un propósito específico. La obra como un todo indivisible, infraccionable, inmutable. Pero años después, esa obra, ese mismo acto de creación, llega a los lectores muchas veces como un refrito editorial con un título y una secuencia interna alterados, una composición de textos adulterada y subyugada a unos intereses editoriales que poco tienen que ver con el original.

A todo esto se añaden dos inconvenientes claros para el lector. El más evidente es que estas antologías se recogen a menudo en volúmenes demasiado grandes y aparatosos, difíciles de manejar y, sobre todo, de transportar. El segundo es algo más sutil: la extensión de muchas de estas antologías convierte su lectura en un ejercicio monótono donde suelen producirse, además, resonancias entre argumentos, temas, o incluso diálogos, resultando en una pérdida de la fuerza y frescura originales, empobreciendo el resultado final, y convirtiendo una experiencia inicialmente gratificante en un verdadero suplicio.

Las excepciones

Pero no todo va a ser negativo. A menudo, las antologías, son la única forma de rescatar autores que parecían perdidos para siempre, o que nunca antes habían sido traducidos a nuestro idioma. Además, hay ejemplos notables de editoriales que ponen todo su empeño en respetar y cuidar la edición de este tipo de antologías.

Por otro lado, el lector siempre puede adoptar ciertas estrategias para eludir los 
ecos producidos por la lectura continuada de un mismo autor, como combinar su lectura con otro tipo de obras.

Y tú, ¿qué opinas? ¿Te gustan las antologías o prefieres la obra original? Puedes dejar tu comentario un poco más abajo...
Imagen: Stoonn / FreeDigitalPhotos.net

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